Asqueada.
Asqueada de conocer irremediablemente bien a aquellos que quiero. Asqueada de esos comportamientos que odio, de esos detalles que se vuelven enormes con el tiempo. De la maldad escondida tras sus palabras. De su egoísmo tolerado por los años de confianza y relación. El asco recorre mi cuerpo sin que pueda remediarlo, inunda mis sentidos y, por momentos, me enloquece y deriva en odio. El odio se convierte en tristeza y muere. Y la sensación se va y yo me apago, mi luz interior se oscurece, me entristezco y la melancolía pasa a ocupar cada rincón para terminar evaporándose entre sollozos y lágrimas o simplemente se va, dejando paso a un estado anímico más positivo, lleno de ilusión.
Ilusión decía.
Esa sensación misteriosamente ambigua y frágil pero, sin duda, tremendamente poderosa. La ilusión es el César de las emociones. Tiene el poder de dejarte vivir y a la par el de hacerte morir. De ella dependen, en gran medida, nuestros estados de ánimo: nuestras apetencias, nuestras acciones y, al final, nuestra felicidad. Dependen de tenerla o no tenerla; de tenerla y que nos la roben; de no haberla tenido nunca o de empeñarla negativamente, de manera irracional en aquello que sabemos que no la merece; de desperdiciarla o quizá también de cedérsela a aquellos que, por no tener la propia, la deseen.
Ilusión digo.
Guardada como un tesoro, mancillada por ineptos/as, manoseada por incultos, violada socialmente y, aun así, perdura. Ni siquiera el dolor que provocan los más queridos, ni la pasión destructora que esto acarrea pueden hacer que desaparezca, es el hilo conductor de nuestro espíritu. La necesitamos para funcionar y, si bien acabo de comentar que existe frecuentemente el intento de robo, ahora llegamos a la verdadera conclusión:
No es posible que te roben algo que puedes crear a voluntad, es decir, róbame ésta porque yo crearé otra (y mil más) y viviré a merced de mis deseos ergo mis ilusiones.
No es posible que te roben algo que puedes crear a voluntad, es decir, róbame ésta porque yo crearé otra (y mil más) y viviré a merced de mis deseos ergo mis ilusiones.
El asco desaparece y la luz inunda de nuevo. No hay nadie más ahí, nada más es necesario.
5 comentarios:
En realidad, esta ha sido la primera entrada tuya que he leído y he pensado "aquí hay madera de escritora".
Ya te lo he dicho antes: una pena que te muestres tan poquito. Digo "te muestres" porque estoy casi segura de que, sin publicarlo, sigues escribiendo en otros lugares, sea en la red o en una libreta de las de toda la vida.
Y si no lo haces, empieza ya.
He llegado aquí a través del Blog de Amelia, y opino como ella QUIERO UN SENTIRES II, YA!!!.
Preciosas palabras y preciosos sentimientos para un final tan feliz como ideal. Ya no me da miedo que me roben la ilusión, tengo más...
Espero poder leerte pronto!
Supongo que no es necesario dar más elogios, me recuerda al pensamiento "yo soy todo el dios que necesito". Pero, aún en ese salida habría que tener una contingencia, la solución me gusta, la aplaudo, la usaré en mi vida; pero, y el gasto de tiempo y energía creando más, nuevas y mejoradas ilusiones? Siento sí me salgo del perfil meramente semántico, repito que me ha gustado mucho, y concuerdo con los comentarios anteriores
Amelia: Gracias por esas palabras que creo me quedan muy grandes! Es cierto que escribo por ahí pero suele acabar en el contenedor de reciclaje de papel y me halaga enormemente que decidas pasar un ratito de tu tiempo por aquí, leyendo lo poco que me animo a publicar. Muchas gracias
María: Muchas gracias por acercarte hasta este rincón de locurillas y por tu comentario :)
Rolando: Creo que el gasto de energía y tiempo es bien merecido ante la alternativa de una vida sin ilusión que nos convierte en autómatas sistematizados que dedican sus días a tareas monótonas sin más animo vital que el de esperar el final. Pienso en ello y me sale un ¡¡Qué se fastidien!! ¡¡Una y mil veces!!
Muchas gracias por dedicarme unos minutos de tu tiempo :)
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