Este blog existe de manera casual, como las coincidencias, como la vida...¡oh dios mio, una rana!

viernes, 2 de marzo de 2012

Sentires I



Asqueada.
 Asqueada de conocer irremediablemente bien a aquellos que quiero. Asqueada de esos comportamientos que odio, de esos detalles que se vuelven enormes con el tiempo. De la maldad escondida tras sus palabras. De su egoísmo tolerado por los años de confianza y relación. El asco recorre mi cuerpo sin que pueda remediarlo, inunda mis sentidos y, por momentos, me enloquece y deriva en odio. El odio se convierte en tristeza y muere. Y la sensación se va y yo me apago, mi luz interior se oscurece, me entristezco y la melancolía pasa a ocupar cada rincón para terminar evaporándose entre sollozos y lágrimas o simplemente se va, dejando paso a un estado anímico más positivo, lleno de ilusión.

Ilusión decía.
 Esa sensación misteriosamente ambigua y frágil pero, sin duda,  tremendamente poderosa. La ilusión es el César de las emociones. Tiene el poder de dejarte vivir y a la par el de hacerte morir.  De ella dependen, en gran medida, nuestros estados de ánimo: nuestras apetencias, nuestras acciones y, al final, nuestra felicidad. Dependen de tenerla o no tenerla; de tenerla y que nos la roben; de no haberla tenido nunca  o de empeñarla negativamente, de manera irracional en aquello que sabemos que no la merece; de desperdiciarla o quizá también de cedérsela a aquellos que, por no tener la propia, la deseen.

Ilusión digo. 
Guardada como un tesoro, mancillada por ineptos/as, manoseada por incultos, violada socialmente y, aun así, perdura. Ni siquiera el dolor que provocan los más queridos, ni la pasión destructora que esto acarrea pueden hacer que desaparezca, es el hilo conductor de nuestro espíritu.  La necesitamos para funcionar y, si bien acabo de comentar que existe frecuentemente el intento de robo, ahora llegamos a la verdadera conclusión:
No es posible que te roben algo que puedes crear a voluntad, es decir, róbame ésta porque yo crearé otra (y mil más) y viviré a merced de mis deseos ergo mis ilusiones. 

El asco desaparece y la luz inunda de nuevo.  No hay nadie más ahí, nada más es necesario.